miércoles, 27 de mayo de 2009

CARTA-DISCULPA DE JORGE MARTÍNEZ DE PACO

Tras solicitarle a Jorge un prólogo para éste mi tercer libro de poesía, creí oportuno incluirlo en una peculiar terna de presentadores -los otros dos fueron mi amigo el poeta José F. Kosta y un ex alumno, Antonio Guillamón, que en aquel entonces cursaba primero de Filosofía-, para intervenir en un acto que tuvo lugar el 24 de junio de 1999, en una sala de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. Estos párrafos, enviados a modo de disculpa por su ausencia, los leí yo mismo para el correoso grupo de familiares, amigos y curiosos que quisieron acompañarme en aquel trance. Mi sorpresa, ulterior, ha sido hallar copia íntegra de la carta, naturalmente sin fecha, entre sus escritos póstumos.

Mi querido Poeta:
La semana pasada recibí tres ejemplares de tu libro Necedarius, viceversas, etc., uno de los cuales tengo ahora al alcance de mi mano; y recibí con ellos, en folio anexo, tu escueta propuesta para intervenir con otro par de incautos, a modo de presentador o algo así, en un acto público que, según me avanzas, tendrá lugar y hora la noche del 24 en Murcia, en alguna sala o aula de su universidad. En fin, muchas gracias por haberme elegido para prologar tus versos y muchas gracias, cómo no, por los tres ejemplares. Pero ahora viene el pero...
Mi querido amigo, ya es bastante que hayas sacado a la luz de la actualidad un libro de poesía inactual, un libro extemporáneo, fuera de toda órbita en el estrecho margen que le conceden al artista los que se llaman entendidos; ya es bastante que tú o tus editores lo distribuyáis como pan recién sacado del horno entre las gentes y los ambientes literarios de la ciudad o la provincia que tú y ellos habitáis; ya es bastante que pretendas -legítimamente, sí, pero también ingenuamente- que lo lean y lo asimilen y lo aprovechen como es debido los contados lectores de poesía que están llamados a disfrutar de este libro complejo, complicado y, si me lo permites, genuino.
Ya está bien con todo eso, mi querido Poeta. Y sin embargo tú no te conformas, y ahora organizas o dejas que te organicen una reunión vespertina irrelevante -poéticamente irrelevante, no te ofendas- a la que, con un poco de suerte, tal vez acudirán dos docenas de conocidos y parientes, y quizás también algún merodeador ocasional, de esos que no saben qué hacer con su tiempo un triste jueves de junio por la tarde. Y, claro, el resultado es que a tus fieles amigos los importunas con el compromiso de tener que acudir para que la sala no se quede vacía; y a tus enemigos -que, según me insinúas en la tuya, ya se adivinan, se muestran y se agrupan- les abonas el horizonte de nuevos odios y de nuevas envidias, de forma que después de este libro que ellos no sabrán leer y después de este acto irrelevante al que no sé si alguno asistirá, siquiera de incógnito, serán aún más enemigos tuyos de lo que ya lo eran. (Pero no te preocupes tú, querido Poeta; entre paréntesis te digo que no hay nada más pueril y vomitivo que el querer convertir la amistad o la enemistad en una suerte de criterio estético, porque quienes eso hacen llevan, como se dice, la penitencia en el pecado).
Así que, Poeta, con esto no contentas a nadie. Y, si me quieres hacer caso, da marcha atrás, anula la presentación de este libro y de cuantos escribas y publiques, y dedícate a cosas de más provecho: por ejemplo, relee las
Meditaciones de Marco Aurelio o las Cartas de Rilke, y aprende a valorarte y a valorar tus versos sin que medie en tu criterio el beneplácito ni la animadversión de nadie. O relee a Nietzsche, el Ecce Homo por ejemplo.
En cuanto a tu libro, no tengo que desearle suerte, porque está ahí, aquí, lo toco con mis manos y percibo claramente en él los signos de lo duradero. La suma de sus lectores no mejora ni empeora la obra hecha y acabada. Por tanto, despreocúpate, y, a partir de ahora, no cedas a la frivolidad de defenderlo en ningún foro, porque, como siempre digo, ya él sabrá defenderse por sí solo, no de la incomprensión, no de quienes no lo alcanzan ni lo gozan, mas sí de los necios -escribió un Machado hermano de Manuel- que desprecian cuanto ignoran.
En fin, discúlpame si no os acompaño a ti y a tus amiguetes la noche del 24, en Murcia, pero debes comprender que a mi edad sería un despropósito, si no una falta de respeto, convertirme en cómplice co-protagonista de un suceso del que desconfío por principio.
Muy cordialmente, tu amigo y lector.

JORGE





2 comentarios:

carmen dijo...

¿Estás seguro, Pedro, que este señor murió con sólo trinta años?
Sus palabras translucen mucha vida a la espalda y no pocas desilusiones.
También mucho dicen de la ternura con la que la senectud mira a la juventud y sus obras.
Encuentro en este don Jorge (no puedo apearle el don con su polisémico sentido) una suerte de admiración y envidia por tu obra y su presentación en sociedad, expresa su gusto por los versos que das a la estampa y al mismo tiempo te hace una serie de prevenciones, sin duda acertadas, que casi parecen destinadas a no dejarte disfrutar del evento.
O quizás te conocía, y te quería, lo suficiente para adelantarte que una dosis de humildad neutraliza o atenúa una sobredosis de soberbia (sic)

Pedro López Martínez dijo...

Si no recuerdo mal (no tengo aquí su biografía), Jorge Martínez de Paco nació en 1968 y murió exactamente el 30 de noviembre de 2001, esto es, a los... 33 años, la edad de Cristo. Comparto contigo que su madurez sobrepasaba en mucho la que suele ser común en torno a los treinta, y su sentido del arte y de lo que es accesorio, también. No obstante, ten en cuenta que sufrió una enfermedad crónica durante los últimos años de su vida, y que con toda seguridd eso influyó en el desapego de su carácter y en su fatalismo vital.
Gracias una vez más, Mamen, por acordarte de esta página.